Bajo todo pronóstico después de las navidades que vivimos, llegamos con el sol de la tarde a nuestra casita rural, rodeadas de calma, ovejas y pinares.
La primera tarde la dedicamos a hacernos con los nombres de cada una, romper el hielo y tomar conciencia de lo que estaba por llegar.
Durante el fin de semana practicamos yoga con las maravillosas clases de Adriana con las que aprendimos a través de pequeños retos, cada una a su ritmo.
La meditación metta nos abrió un camino que explorar, el de la compasión, hacia nosotras y hacia todos los seres del universo